ROMANCE EN
OLOR DE PAISAJE A UN CAPITÁN DEL
AIRE: ROMANCE A CARLOS DE HAYA
Por José
María Fernández Nieto
¡Y que lo digan los ángeles
por qué aquel día en Teruel
se puso a
llorar el aire...!
¡Dios, y qué bien pilotaba
la flor
de los capitanes!
Las golondrinas de Andújar,
los
vencejos de Linares,
los gorriones de Montoro,
las grullas de Bujalance
¡Cómo su
nombre dirían
por el aire...!
Ruiseñores, verdecillos,
aguanieves y pardales,
verderones y jilgueros,
cóndores y águilas reales
¡Cómo su nombre dirían
por el aire...!
Dicen que cruzó el desierto
como si fuera un arcángel,
dicen que sólo era un niño
y ya le ardía en la sangre
España como una novia
predestinada a ser madre.
¡Dios, y qué bien pilotaba
la flor de los capitanes!
Olivos de
Marmolejo,
de Encinarejo encinares,
racimos
de Lugar Nuevo,
rosas del Charco del Fraile
¡Cómo su nombre dirían
por el aire...!
Aguanieve
del Cabrera,
juncos del Rumblar, mimbrales
del
Guadalquivir, espumas
y lirios del río Grande
¡Cómo su nombre dirían
por el aire...!
Se llamaba Carlos, y era
como el trigo, innumerable.
Desde la Historia de España,
desde un trascoro de mares,
desde el sol, desde la tierra
¡cantadle!
Desde el pan, desde la harina
que él amasó con su sangre
¡cantadle!
Desde los pámpanos verdes,
desde la sed de los árboles
¡cantadle!
Desde el salmo vegetal
de los viejos olivares
¡cantadle!
Porque él supo amar a España
como nadie.
Y cántale tú, María
de la Cabeza, y que canten
contigo desde los cielos
tus serafines y arcángeles
su azul arrojo de halcón,
su sonrisa inquebrantable,
su hombría de caballero,
su fortaleza de atlante,
su agilidad de pantera
y su ternura de arcángel.
Y cántale tú, Cortés
a este titán de los aires
que supo desde las nubes
vencer la fiera del hambre,
que fue maná prodigioso
y consuelo inenarrable,
que se abrazaba a la muerte
en cada nuevo combate,
que os envió pan de España
y levadura de sangre.
¡Guardias civiles, soldados
de ayer, de hoy, de mañana!
¡cantadle!
Se llamaba Carlos y era
la flor de los capitanes...
Y los que nunca supisteis
de la guerra, los que amasteis
la paz sin mancharos nunca
de pólvora ni de sangre
¡cantadle!
Porque Carlos de Haya,
Capitán de Capitanes,
águila de acero, España
hecha pájaro en el aire,
ángel de Santa María
de la Cabeza y Arcángel
custodio del Santuario,
cayó en Teruel como caen
los halcones, con las alas
abiertas, como los ángeles,
bajando pero subiendo
por las escalas del aire.
Cantad,
hombres y pueblos de España
su romance.
Y que digan desde el cielo
los serafines y arcángeles
por qué aquel día en Teruel
se
puso a llorar el aire.